Primer día de clase, estamos a la
espera de ese mítico personaje que guiará nuestro conocimiento. Es allí en
donde formamos una nube y empezamos a imaginar... ¿será cuchilla?, ¿será divertido(a)?,
¿sabrá mucho?, ¿será el papasito o la mamasita?, ¿será el culpable de mis noches
sin dormir?, ¿llegaremos a ser amigos? Todos hemos pasado por esa expectativa,
tal vez por ello, industrias como el cine no dudan en apostar sus producciones con
historias con estos personajes, que, aunque de carne y hueso siempre tienen la estampa
del superhéroe: ¡los docentes!
Maestros, docentes, profesores, catedráticos,
tutores, muchos son los sustantivos que se usan para nombrar a quienes dedican
su vida a trasmitir conocimiento, pero que en cada palabra, cada lección, cada
examen o ejercicio impregnan la vida de sus estudiantes con una especie de humo
invisible que va más allá de las letras y que traspasa los poros, dejando la
huella de su vida misma y la pasión de
sus ideas.
Siempre que pienso en la
historias de docentes que se recrean en la pantalla grande viene a mi memoria la
dulce imagen de Robin Williams dando vida a Mr. Keating, el profesor que llega
a cambiar la rigidez en la Academia Walton, de La Sociedad de los Poetas Muertos, tratando de sacar de sus alumnos
lo mejor de ellos mismos, trasmitiéndoles tal confianza para que su voz
interior se desarrollara y saliera de sus tímidas y robóticas gargantas. Y qué decir de la Srta. Katherine Watson
(Julia Roberts) en la Sonrisa de Mona Lisa,
la “rebelde” profesora que tuvo la osadía de quitarse el parche machista que en
los años 50 condenaba a las mujeres a barrer sus sueños y cocinar los deseos de
viajar, trabajar o estudiar, todo por su sexo. Les enseñó a sus alumnas que tan
fuerte puede llegar a ser el “sexo ´débil, cumpliendo a cabalidad la esencia de
su ejercicio: trasmitir algo mucho más profundo que el conocimiento, tocar las
vidas de sus estudiantes y ponerlos contra la pared, cuestionar sus pensamientos,
costumbres, creencias, despertar a sus alumnos e invitarlos a correr y
reencontrarse.
No quiero decir con esto que el
conocimiento que el docente trasmite es de poca valía, pero sí quiero reconocer
que su labor va mucho más allá. Desde niños buscamos un modelo a seguir y en
algún momento de nuestra infancia, incluso decimos querer ser profesores cuando
grandes, otros tantos escogemos nuestras carreras o especializaciones, en parte
porque estamos siguiendo ese humo invisible que como un perfume dejó el camino
de ese profe que nos inspiró.
Siempre fieles a sus principios,
aunque por ellos salgan apedreados como don Gregorio (Fernando Fernán-Gómez) en La Lengua De Las Mariposas, quien no tuvo problema en enseñarle
amorosamente a su pupilo Moncho (Manuel Lozano) aun sabiendo la brecha que las
diferencias políticas formaban entre ellos y sometiéndose a un final ingrato y doloroso, estoy segura que así
le pasará a muchos profes… no necesariamente apedreados, pero sí con dolores
causados por desagradecimiento e ingratitud, marcas que duelen más…
Hablando de tragedias, y por si les queda dudas de todo lo
que un docente puede hacer cambiar a sus estudiantes, los invito a ver La Ola, película en donde Rainer Wenger
(Jürgen Vogel) quiso hacer una práctica pedagógica diferente con sus
estudiantes, sin imaginarse que la enseñanza se apoderaría de sus vidas y sin
sospechar que su método sacudiría a sus estudiantes al punto de no poder
controlar y enrumbar sus prácticas de nuevo… Esto también pasa en las aulas de
clase, muchas veces la intención del docente es tan grande que se vuelve
descabellada; otras veces el docente es tan admirado que los alumnos se
obsesionan por ser tan buenos como él y terminan realizando “ejercicios” poco
ortodoxas como en la película Autopsia,
o de lo contrario buscan la manera de arreglar el mundo, como en la película Cadena de Favores.
Sé que están pensando en profes
que realmente no han sido tan buenos como los de las películas anteriores y sí,
tal vez todos hemos tenido a la típica “Tronchatoro” (en Matilda), cuyo ceño fruncido encajaba perfecto con los insultos y
regaños que salían cuan zancudos insoportables cada vez que su boca se abría.
Así es, también conocemos docentes que no van a fin con nosotros o que tildamos
de malos, perversos, insoportables o verdugos.
Uno de mis verdugos favoritos es
Severus Snape (en Harry Potter),
muestra de que muchas veces las cosas no son como parecen y no siempre quien
nos “ataca” está en nuestra contra, así también tenemos profes, esos que en el
salón de clases eran los culpables de que los gusanos se revolcaran en nuestro
estómago con tan solo escuchar como sus zapatos se acercaban irremediablemente
al salón de clases… pero que con el tiempo recordamos con cariño, agradecimiento y seguro que algún conocimiento
significativo.
Los maestros dan su vida a la
enseñanza, ¿y qué hay detrás de ellos? ¿Acaso consideramos tener un poco de
empatía cuando no nos la llevamos bien con estos valientes personajes se cruzan
en nuestras vidas con el hilo conductor del conocimiento? ¿Tendrán vidas
perfectas con padres perfectos, matrimonios perfectos, hijos e hijas perfectas?
Pues no! La ficción de la película Los Coristas resulta no ser tan ficción
cuando Gérard Jugnot, encarna al solitario profesor de música Clément Matthieu,
para quien lo único perfecto de su vida, es tener la oportunidad de dar notas
de esperanza a los niños de un internado invadido de desesperanza y mano dura.
Y qué tan perfecta era la vida de El
Profesor Holland, quien desatiende a su hijo sordo por estar dedicado a la
enseñanza.
Y es que al final de la película, de la clase, del semestre,
de la carrera, el profe es, igual que todos nosotros, un ser humano… perdón un
excepcional ser humano!
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Supongo que faltaron películas con más temas como amoríos
entre docentes y alumnos, suspenso, acción, terror, comedia… pero bueno esa
selección se las dejo a ustedes. También les dejo otros títulos para este día y
mes de los docentes… vale la pena verlas:
-Mentes peligrosas
-Lecciones inolvidables
-La clase
- El milagro de Ana Sullivan
-Diarios de la calle
-Estrellas en la tierra
-El profesor chiflado
-Ni uno menos
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